La colección primavera-verano 2026 de Willy Chavarría no se presentó, se sintió. El diseñador convirtió la pasarela parisina en un espacio de memoria, denuncia y pertenencia. La moda fue apenas el punto de partida para una conversación mucho más profunda.
HURON, nombre que honra su ciudad natal en California, fue la forma que encontró para rendir homenaje a las comunidades migrantes que sufren políticas de deportación en Estados Unidos. Lo hizo con un gesto potente: antes de que apareciera una sola prenda, los modelos entraron en silencio, vestidos con camisetas blancas idénticas. Se arrodillaron, con los brazos simulando estar esposados. Con ese acto, transformaron el espectáculo en una afirmación de humanidad.
Desde ese primer momento, Chavarría dejó claro que no venía a entretener, sino a incomodar y emocionar. La colección se desplegó como una secuencia visual cuidadosamente orquestada. Trajes de siluetas marcadas, vestidos con arquitectura propia, camisas polo de doble capa y conjuntos florales desafiaban los límites entre lo elegante y lo disruptivo. El color, protagonista evidente, se usó como una declaración frontal. Tonos vibrantes y otros más sobrios se entrelazaron para reformular la idea de estatus. Así, rompió con las convenciones de lo que significa pertenecer.
Colección primavera-verano 2026 de Willy Chavarría | Fotos: Luca Tombolini.
Redefinir el poder desde lo estético
Para esta temporada, su propuesta femenina alcanzó una nueva dimensión. Junto a Rebecca Mendoza, Chavarría exploró una feminidad que no responde a la norma, sino a la libertad. Inspiraciones tomadas de los años 60 y 70, siluetas amplias, tejidos con textura de nostalgia y detalles de sastrería construyeron un imaginario donde la sensualidad es poder, y no una expectativa. Las piezas revelaban sin reducir, abrazaban sin encasillar. En medio de esa visión, se asomaban guiños irónicos al universo preppy, a los clubes de élite, a todo aquello que históricamente ha definido el “buen gusto” desde la exclusión.
El mismo enfoque se aplicó en la línea masculina. Abrigos de corte refinado ajustados apenas en la cintura, trajes con tejidos arrugados y proporciones generosas, polos estructurados y accesorios que aportaban acentos gráficos completaron un lenguaje que no abandona su esencia chicana, sino que la refina. La colección también abrió paso a colaboraciones que ampliaron su narrativa, como una cápsula junto a Adidas que unió lo urbano con lo político sin perder estilo ni contundencia.
Colección primavera-verano 2026 de Willy Chavarría | Foto: Luca Tombolini.
Cada pieza, una afirmación de identidad
Lo más poderoso de HURON no fue la puesta en escena, ni los colores, ni los cortes impecables. Fue la intención. Cada decisión de diseño respondió a una necesidad de visibilidad, de reivindicación. Desde los zoot suits reinventados hasta los bolsos con formas de los años 50, pasando por clutches de cuero y sneakers deportivos, todo habló el mismo idioma: uno que celebra la identidad sin suavizar el mensaje.
Chavarría no maquilla el contexto, lo eleva. Su moda no es aspiracional en el sentido clásico, sino en el más político: aspirar a un mundo donde todos los cuerpos importen, donde cada silueta tenga espacio, donde cada historia tenga voz. Con esta colección, nos recuerda que el vestir puede ser tan visceral como poético. Y que, cuando se hace con verdad, la moda no solo se ve: se siente.
Colección primavera-verano 2026 de Willy Chavarría | Foto: Luca Tombolini.