A pesar del frío bogotano, la ciudad nos recibió con una calidez sorprendentemente acogedora para vivir el evento más importante de la industria de la moda en la región: Bogotá Fashion Week. En el Centro de Convenciones Ágora, sede de estos tres días cargados de talento, se sentía una energía vibrante, donde la presencia, la artesanía y la creatividad eran protagonistas. Cada asistente se permitía explorar su estilo, reflejar su identidad y convertir sus looks en homenajes a diseñadores, ya fueran reconocidos, emergentes o simplemente un momento para expresar su esencia con un gran outfit.
Las pasarelas presentadas entre martes, miércoles y jueves confirmaron el poder de la moda latinoamericana, y en especial la colombiana, como una fuerza expansiva que no deja de sorprendernos. La atmósfera sofisticada se traducía en el diseño escénico y en cada prenda que desfilaba. En este espacio no existía tiempo para pestañear: cada segundo contaba y cada pieza merecía admiración.
Estética, identidad y fuerza emergente
El martes dio inicio a esta edición de Bogotá Fashion Week. Uno de los momentos que más disfruté fue la pasarela del Istituto Marangoni. Prendas estructuradas, monocromáticas, una estética sofisticada y detalles como boinas que, lejos de ser accesorios secundarios, se convirtieron en puntos focales de estilo. Una propuesta que reafirmó la elegancia desde la atemporalidad.
Y, por supuesto, fue imposible pasar por alto el deleite visual y artístico que ofreció la pasarela del colectivo emergente conformado por CURUBA, Cristian Tula y Plur. A esto se sumaron el poder creativo de Laura Aparicio, la propuesta refinada de Faride Ramos y la fuerza escénica de Lina Cantillo.
El miércoles, CULdeBAL nos invitó a expandir la visión del estilo. Su propuesta convirtió los estampados en un lenguaje visual, mientras que accesorios como las corbatas se transformaron en símbolos de seguridad, identidad y poder.
La energía entre las modelos de la colección Sixxta x Sybilla fue magnética. Había una conexión evidente entre quienes vestían las prendas y el universo que estas proyectaban. Color, movimiento y personalidad se entrelazaban con una naturalidad que hipnotizaba.
Cerramos el día con Alado, una pasarela impecable donde cada detalle hablaba de fuerza, tradición y diseño. Su colección evocaba la grandeza de lo artesanal desde una mirada contemporánea, honrando el poder del diseño colombiano.
Una narrativa visual de sofisticación y propósito
El jueves dejó claro por qué Bogotá Fashion Week es una plataforma imprescindible: un escenario que reafirma el talento latinoamericano a través de una narrativa visual impregnada de elegancia e inspiración.
Marie Claire, junto a La Petite Mort y Stevan Valencia, presentó una colección sobria y poderosa. Abrigos oversize, cuero y el arte de la sastrería desfilaron como piezas de autor, con un aire sofisticado, perfectamente medido.
El Colectivo Resort aportó una dosis vibrante de frescura y calidez tropical. En particular, ANTHIAS deslumbró con su identidad visual inconfundible: las palmeras, presentes en abrigos, fajas y detalles gráficos, se convirtieron en el hilo conductor de una propuesta ejecutada con refinamiento admirable.
Esa misma jornada nos trajo la propuesta de Cala de la Cruz y la feminidad elevada de Isabel Henao. El blanco, el satén y los detalles florales se fundieron en una estética etérea y elegante.
Por su parte, A Modo Mío apostó por la fuerza del denim y el cuero, reafirmando que la comodidad también puede ser sinónimo de estilo. Las gorras, inesperadamente protagónicas, completaban una estética comfy-chic con carácter.
Como broche final, la colección Entretejidos de Cubel presentó una visión donde tecnología y diseño caminaron de la mano para dar vida a piezas llenas de intención.
Un homenaje al maximalismo contado desde una mirada contemporánea, en la que cada tejido narraba emociones, memorias y propósito.
El estilo como lenguaje y legado
No puedo cerrar esta crónica sin mencionar el street style, que fue, sin duda, otra pasarela en sí misma. En cada asistente se leía una historia: algunos looks cuidadosamente construidos, otros más intuitivos, pero todos con una intención clara.
Apoyar el talento local nunca había lucido tan bien. El estilismo bogotano posee una elegancia auténtica, sin esfuerzo, con una presencia poderosa que deja huella.
Bogotá Fashion Week me dejó, como editora de moda, una de las experiencias más significativas y memorables de mi carrera. Fue una conexión genuina con el diseño, con el talento regional y con el poder que tiene la moda para contar historias que merecen ser vistas, celebradas y recordadas.